2006-08-09

Nostalgia del Lodo por Sergio Loo


Lo primero que hay que reconocer es que Nostalgia del lodo es de las pocas obras que verdaderamente se inscriben a la tradición de la noveleta. No se trata de un cuento forzosamente alargado ni de una novela escueta.
Debo decir que a mí la novela –noveleta- me llegó una mañana. Ese día tenía cosas que hacer, así que pensé dejarla para la noche, luego pensé en leerla en el camino, luego en leer el principio y leer lo demás en el camino, luego, cuando me había dado cuenta, fui consecuente y terminé la novela pronto para hacer lo que debía. Sé que suena trillado, pero ni modo, la vida es trillada. Y esto fue real: El libro se me acabó en menos de dos horas.
No se trata del hilo negro ni mucho menos, sino de una historia, entre real y absurda, que se presenta sin mayor complicación. Aunque tampoco por ello es facilona.

Desarrollada en 24 capítulos que rara vez rebasan las dos cuartillas, se nos presenta la historia de Victoria, una pornostar que vuelve a su natal Monterrey porque su mejor amiga, su “reflejo”, Bety, antes Mario, había fallecido. En efecto: la trama es un reencuentro (El autor dice que no, que es un duelo. Pero no le hagan caso. Generalmente los autores no saben lo que dicen). En lo que podríamos estar de acuerdo es que, sea un duelo o un reencuentro consigo misma, implica lo que Todorov llama Viaje iniciàtico. Que en este caso promete pocas o nulas posibilidades de salir avante. “Escoge un taxi como Alicia una puerta, en el país de las maravillas. Sin embargo, después de Mario ese paìs ya no existe. Ya no es posible.”
La historia oscila entre dos mundos caricaturescos: La ciudad porno, como le llama Victoria, con su televisor atestado de pornografía y sus privilegios burgueses; y un Monterrey mojigato, representado por la madre de la protagonista, y Lupina, la respectiva de Mario, luego Bety. Me parece importante mencionar que aunque se trata de una historia realista, lo circunstancial, la sociedad, el entorno sociológico poco o nada tiene que ver en los hechos. Victoria podría ser de Monterrey, de la Ciudad de México, de Argentina, de Chile o de donde pueda haber gente que devotamente dedique su vida al deprave, al placer, al deseo ciego y rico.
La novela, noveleta, está llena de imágenes inesperadas, que curiosamente, muchas son variaciones de imágenes de películas o de frases conocidas por todos, que van de lo estrambótico a lo asfixiante “Mario siempre volvía al centro del ataque. Su cuerpo era el mejor proyectil. Para Mario, el asesino nunca vuelve al lugar del crimen. Es el crimen lo que nunca desaparece.” 93
Con respecto a la estética de la noveleta el autor dice que tiene que ver con lo Kitch. Pero según Sánchez Vásquez, lo Kitch es aquello que, obteniendo lo contrario, intenta aparentar cierta elegancia y estilo. Personalmente leì la novela como algo Pop, como cercana, visualmente, a Tarantino, Lichenstein o Richard Moska. Creo que lo Pop no tiene que ser forzosamente Kitch, pero bueno… de todas formas dudo que alguien se imagine la historia con la estética del Goya retratista, o del periodo azul del Picasso.
La cosa del lodo no es mero chiste. A través de la historia aparecen varias referencias a èl, que por supuesto, se suman a las concepciones que tenemos. El origen, lo humillante, lo purificador, lo sucio…
La nostalgia es la añoranza de lo perdido. Lo obvio sería que fuera por el pasado, por lo cotidiano, pero conforme van sucediéndose las páginas, pareciera que el hogar y la felicidad siempre han sido tan artificiales y tan tangibles como los senos de una mujer que se deja penetrar por tres al mismo tiempo en una película del canal Venus. Entonces ni para dónde ir.
El lodo, la nostalgia del lodo, la nostalgia de aquel muchacho en la palmera, de aquella amiga gemela transexual, de una ciudad donde no pasa nada, de una explicación absurda a una muerte predecible; nostalgia… o melancolía, porque a fin de cuentas el pasado es algo que uno mismo se inventa para creer que hubo algo antes que valiera la pena. Un viaje iniciàtico, esclarecedor, tanto como un diccionario de sueños comprado a escondidas en el aeropuerto.

Esta novela no contiene respuestas, ni moraleja, y casi ni conclusión. Porque una conclusión no puede ser un hoyo más grande. Porque las identidades perdidas quedan muy lejos, a más de dos cuadras de cualquier paraíso.
por Sergio Loo

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