2006-08-09

Oqueerencias y queeriosidades: Nostalgia del lodo por Sergio Téllez-Pon

En los veinticuatro capítulos cortos que conforman su primera novela, Nostalgia del lodo, el joven escritor Óscar David López (Monterrey, 1982) cuenta las desventuras de una atribulada amistad. Para ello, relata, por una parte, el viaje de regreso de la exitosa actriz porno, Victoria, a su natal Monterrey y, por otra, la historia de Mario, un transexual que se hizo cambio de sexo en Tailandia y se rebautizó como Betsy Arellano. Mejor dicho, la sensual Vicky emprende el viaje justamente porque ha tenido noticias de su amigo Mario-Betsy.

A partir de entonces, se le vienen a la mente todas las vivencias a lado de su inseparable amiga y, poco a poco, va descubriendo el entramado que había detrás de la operación de cambio de sexo, los frecuentes viajes de Betsy con su amante colombiano, Elmer Arellano, las joyas y el dinero súbito. Así, habiendo caído en la cuenta de lo que sucedió poco antes de la muerte de Betsy por ser seropositiva, Vicky se empeña en develar la verdad y vengar la muerte de su amiga.

A su regreso de Tailandia donde han experimentado una terapia de belleza basada en el lodo y antes de que Vicky se convirtiera en la cotizada actriz porno con que inicia la narración, juntas trabajaban en un table dance de la ciudad. El show que las llevaría al reconocimiento dentro de esos bajos fondos, consistía en llenarse de lodo mientras se frotan y masturban mutuamente hasta llegar al clímax: un doble orgasmo… fingido. En su visita a Monterrey, Victoria rememora y añora ese show con su amiga, de allí, pues, el título de la novela.

Esta novela, que ganó el premio de la Joven literatura latinoamericana de la Maison des Écrivains Étrangers et Traduteurs (MEET) de Saint Nazaire, Francia, por lo cual su autor pasará tres meses en la Maison a lado de escritores como el Nobel sudafricano J.M. Coetzee, es una obra de iniciación. Y con esto último no quiero ser despectivo: es una buena novela para iniciarse en el mundillo literario y que, no por nada, ganó un premio. Aunque cae en ciertos clichés imperdonables y el final resulte poco efectivo, López sabe cómo armar y, principalmente, cómo narrar una historia de realismo sucio con muy pocos elementos.

En la novela, López hace una arbitraria utilización de los diálogos—lo cual no ayuda mucho en la técnica—, abunda en oraciones que son lugares comunes y los ademanes del personaje feminizado son bochornosos pues no logran imprimir la pizca de humor que seguramente el autor se propuso, además se estar enlodada de elementos freudianos que ya bien entrado el siglo XXI resultan anacrónicos, todo lo cual desconcierta sobremanera. Un lector común, por fortuna, no tendrá que fijarse en todo esto así que no está demás recomendar su lectura.
Sergio Téllez-Pon

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